21 de marzo de 2012

Psicología del aficionado

Las razones por las que la afición no es igual y según el tipo puede resultar más interesante a los empresarios y a los toreros para conseguir lluvias de triunfos en detrimento de la esencia de la Fiesta.

Hay que distinguir, cuando se habla genéricamente de afición, porque no toda es igual. Muchos son, los que acuden a las plazas y asisten con frecuencia a los espectáculos taurinos de feria, pero que sin interesarles gran cosa los antecedentes taurinos de una ganadería, las razones de la evolución del toreo, males de la tauromaquia, las escuelas, la misma historia de las figuras más renombradas  y de prestigio; poco conocen del reglamento, y son vacilantes de criterios. Sin embargo, son los públicos que más gustan a los toreros, y mucho más a las empresas, porque estos contribuyen a la buena entrada, ocupando a mayores las localidades de más alto precio, son aquellos, que en una corrida, no se andan con remilgos a la hora del aplauso y de agitar su pañuelo en demanda de orejas y rabos. Acomodados en sus asientos, otean si han venido sus amigos y conocidos, saludándoles con efusivo y exagerado entusiasmo.

En muchas ocasiones, los públicos suelen olvidarse que, los hombres vestidos de luces son seres humanos, y como tales tienen estados de ánimo, desvelos, alteraciones emocionales psíquicas, así como también desajustes orgánico corporales, que muy bien pueden afectar a que la tarde en curso, pueda producirse el triunfo, la ausencia, o el fracaso más rotundo.
Pero esto a la masa, tales minucias les importa un pimiento -. Estos van un día a los toros, y quieren romperse las manos aplaudiendo, loquitos por agitar sus pañuelos, como demostración de que, se han divertido, y han pedido orejas y todo, vengan o no a cuento.

Un aficionado curtido, al contrario de lo anterior, observa, ya desde el paseíllo, y cuando llegan las cuadrillas con sus matadores al frente, averigua por sus semblantes, gestos y saludos, los respectivos estados de ánimo, y las consiguientes posibilidades de lucimiento o fracaso. Es conocedor, que dentro del traje de torear; hay un hombre, alguno de los que forman el cartel puede parecerle aislado, sin ofrecer su rostro signo de amabilidad alguna. Otro se le antoja preocupado por su responsabilidad, debut en la plaza, o salida de un percance, y otro puede que se manifieste alegre y risueño saludando a cuantos conocidos descubre en la barrera o el tendido.

El buen aficionado, ha efectuado tal observación psicológica y la retiene, aún a riesgo de equivocarse. Esto le va a mantener expectante, atento, es una apuesta en su interior, entre su sabiduría y el gozo de errar en su primitivo análisis. Todo dura cinco minutos. Es ese prologo rápido, cuando los últimos compases del pasodoble exprimen su zumo metálico, y un pañuelo blanco, con el ruedo vacío desata los timbales y el clarín. Ahora en el centro de la diana, todos los detalles cuentan.

Texto: Fermín González
Fotografía: Archivo

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