9 de febrero de 2012

Imagínense a El Juli… con toros bravos de Tenexac

A pesar de ese océano casi interminable de orejas que tuvo a bien ofrendarle a El Juli, esa mar de bondad infinita que es, Gilberto Ruiz Torres, en su papel de juez de la Monumental Plaza de Toros México …

… por dos faenas machaconas ante dos ejemplares de agradabilísima presencia, y tan mansos como descastados hasta decir basta, en la realidad ha dejado en el gran público pasado el tiempo, e inmerso en la reflexión... un vacio evidente.
 
El triunfalismo es tan ficticio y desaparece pronto, por la falta de sustento, lo que justo ahí muestra la diferencia en conquistar el triunfo consecuencia de haber alcanzado el éxito sustentado en la honestidad.
 
Sí… un vacío porque de todos es conocido, o por lo menos eso se ha dicho de manera insistente, son las propias figuras las que exigen los encierros a torear, que sean a su gusto, del tamaño lo más agradable posible, y que resuman el compendio de la bobaliconería inenarrable, para sumar miles de pases al servicio de una Fiesta frívola.
 
Bueno, algunos mexhincados… diría el buen Leonardo Páez, justificarán de inmediato al señor Juli, exonerándole de toda culpa y, traspasando esa responsabilidad a los demás, pero siempre la realidad dejará en la historia escrita, la seria, absoluta e inadmisible irresponsabilidad con la que el señor Juli trata a un público que le apoyó desde niño, cuando en España era tan sólo un simpático prospecto, pero que no le permitían mostrar y demostrar todas sus cualidades.
 
La mejor respuesta que debió haber ofrecido, y que sin lugar debe tener El Juli, es apoyar al reencuentro de la Fiesta Taurina Mexicana con la irrebatible verdad del auténtico toro para el torero de verdad, que de inobjetable sustento -sobre todo en estas épocas de serio conflicto- a la grandeza de una Fiesta, en la que él halló el consuelo en sus épocas de niño torero.
 
Por ejemplo… ¿por qué El Juli no enfrenta toros de Tenexac?
 
Sí… ¡por qué no los enfrenta!
 
Esto haría ejemplo y escuela al ver que un torero de ese nivel, no sólo guarda respeto, seriedad y admiración para la Fiesta y público españoles; sino en verdad se entrega en otras latitudes.

Allá en España enfrenta al toro, y si no lo hace, nada más recuerden al Tendido Siete, el guardián de la verdad en la Fiesta, que de inmediato se lo reprocha estentóreamente.
 
Aquí le vemos, en ocasiones hasta juguetear con los lindos pequeñajos que impone en los cosos taurinos, a los que por su docilidad borreguna, les llega a perder el respeto, y luego pasa lo que pasa… y le dan un feo arropón, que no llega a pasar a más, por fortuna, porque el pequeñajo mansurrón, sale huyendo… despavorido, casi pidiendo clemencia y suplicando perdón, por haber osado atentar contra torero de tan alta jerarquía.
 
Si el señor Juli, un buen día, se levantara pleno de la luz divina del entendimiento, con el ánimo de la reivindicación, de exonerarse de los pecados cometidos contra la buena fe del respetable mexicano, y ordenara a su apoderado, veedores y demás cauda de inútiles acompañantes, que es tiempo de apoyar a devolverle todo el esplendor a la Fiesta en México, enfrentando al toro bravo y encastado, en verdad se conquistaría la gloria eterna.
 
Así, enviaría de inmediato a sus ayudantes a ver encierros en TlaxcalaTenexac, De Haro, en fin, buscaría los toros mejor presentados, con una nota de tienta basada en la encastada bravura, y cuando se presentará a comparecer en los cosos de nuestra geografía taurina nacional, y sobre todo, en la Monumental México, el público siempre agradecido, vería con gusto, reconocimiento y admiración, que todo lo que hiciera el señor Juli, estaría avalado en el sólido argumento de la irrebatible verdad.
 
De esta forma, si un torero de esta categoría en el mundo taurino lo hace, los primeros en seguirlo, y así se desea, serían sus propios paisanos, ya que el diestro español que detenta la más alta jerarquía, ha delimitado y exigido, el camino de la dignidad, que concede la honorabilidad, y sería absurdo que los demás intentaran manchar esa determinación.

Dado lo anterior, no harían falta, jueces samaritanos como el buen Gilbert, que a las primeras de cambio donen para las estadísticas de los toreros, como el señor Juli, o el señor Castella, un interminable océano de orejas.
 
Habría un juicio serio y contundente, que fuera el hilo conductor de una Fiesta en verdad plena de grandeza, que daría el valor real al trofeo que se conquistara a ley.

Por ello, es fundamental que el gran público mexicano, reclame ante el mundo, a través de acciones concretas, el lugar preponderante que debe tener la Monumental México, por el rigor, la seriedad y la exigencia de hacer cumplir la contundente premisa de: El toro auténtico para el torero de verdad.

Texto y Fotografía: José Mata

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